Muchos somos los casos que a los 17 o 18 años decidimos irnos de la casa de nuestros padres para estudiar en la universidad. Ya sea a Buenos Aires, a La Plata, a Bariloche o a Entre Ríos, nos fuimos. Llenos de sueños, marchamos para estudiar algo que en Mercedes, o en la Universidad de Luján no estaba como oferta estudiantil. Tuvimos la oportunidad económica o lo que sea que el destino nos permitió, salimos a volar y vivir por nosotros mismos. Tal vez, sabiendo que volveríamos muy seguido al refugio natal por nuestros padres o por los amigos que se quedaron.
Luego de cuatro, cinco o más años de carrera, por fin terminamos. Y nos vimos en un aprieto. Después de dar más de treinta exámenes, con trabajos prácticos. Después de comprar semanalmente la comida, manejarnos en colectivo, tren o subte. Después de rebuscarnos para pagar los impuestos o aguantarnos a la gente con la que vivimos, que suelen ser nuestros propios hermanos o nuestros mejores amigos. Volvimos. Sí, decidimos volver, porque en dónde estamos tampoco hay trabajo, o porque estamos cansados de ese lugar o simplemente porque tuvimos la necesidad de acompañar a nuestros padres.
Llegamos a la ciudad y los conocidos y desconocidos de siempre, comienzan a bajarnos las expectativas: “¿Qué estudiaste?”... ..."¿Y de qué te sirve la Oceanografía en Mercedes?”. Recapacitamos y nos dimos cuenta que tanto Oceanografía, o Geología, o Diseño Gráfico o incluso Comunicación Social no encajaba muy fácil en Mercedes. Nos teníamos que abrir un nuevo camino.
Volvíamos a una ciudad donde la convención dice que tenés que ser Abogado, Contador Público o Administrador de Empresa, Médico, Comerciante o, a lo sumo, Asistente Social o Arquitecto. Incluso se plagó de Docentes en todas las ramas. Pero, vos, en cambio, no tuviste mejor idea que estudiar algo relativamente nuevo y desconocido cuando empezaste. Algo que te llamó la atención e imaginaste que te iba a sacar de esa ciudad en la que creciste. Algo que te costó mucho para llevar adelante, porque sabes que no es tan fácil estar sólo en una ciudad grande y semidesconocida.
Pero necesitaste retornar, con un título bajo el brazo (o a punto de recibirlo). Un título que varios desconocen en qué podes trabajar, que no saben en qué consiste tu carrera, un título en una ciudad que creció tanto y cambió tanto que ya no conoces a nadie.
Y te das cuenta que el sueño es otro, la experiencia es mayor, ya que creciste en estos años, pero la desorientación, también es mayor. Empezar a buscar el poco trabajo que hay o rebuscártela para hacerte lugar se volvió tu objetivo. Soñar con hacer algo que tenga que ver con lo que estudiaste es tu meta. Y pensás: “Volver a casa es volver a empezar."
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