Cada viernes compartieron su amor por la
música y nuestra cultura, muchísimos artistas locales y de la zona en un espacio
genuino y valioso generado desde la iniciativa de quienes valoran sinceramente
la cultura popular sin detrimento de la calidad y la diversidad de géneros y
estilos. Un espacio abierto sin ningún tipo de especulaciones ni prejuicios.
Valga un reconocimiento social para esta forma de gestionar democráticamente la
cultura que, desde esa perspectiva, se transforma en construcción de una
comunidad, de un pueblo, la cultura hecha por todos y para todos.
Con el andar de las peñas a lo largo del año
y con los incontables eventos que se realizaron iba lentamente creciendo la
nostalgia de una despedida anunciada, ya que este fue el último año en el que
el Movimiento Cultural El Limonero funcionó en la vieja y querida casona de la
calle 36.
Cuando se cierren -inminentemente- por última
vez, las puertas de aquel zaguán que
invitaba a entrar en otro tiempo de la vida, quedará la memoria emocional de un túnel rojizo cuyo traspaso
preparaba para un mundo de colores y sonidos,
y amigos andando los viejos mosaicos calcáreos con dibujos en series
incompletas, rebeldes, del patio “Octimio Landi”, y el escenario tan generoso
con los artistas como con el público, las ventanas que cuando uno pasaba
caminando por la vereda mostraban, como vidrieras, que existen huecos para otras
formas de la vida que permanecen al margen de la alienación y del pequeño
interés de lo cotidiano.
Si fuera posible que los árboles sintieran, cuando
se cierren por última vez aquellas puertas, qué emoción quedará en las venas
del viejo limonero lleno de serenatas y conversaciones compartidas bajo la luz
de tantas lunas. Dice Hermann Hesse en "El caminante": "Los árboles son santuarios. Quien
sabe hablar con ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican
doctrinas y recetas, predican, indiferentes al detalle, la ley primitiva de la
vida."
Solitario limonero del fondo del patio,
anfitrión discreto y noble, gracias por tu presencia y por tu nombre que volará
inmaterial, trascendente, a otros rumbos, a una nueva vida. Te queda un
silencio lleno de ecos y reflejos, de palabras y manos que se dieron en un
tiempo de árbol.
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