(Por Susana
Spano) Con la Dirección de Sergio Blanco,
un destacado grupo de actrices dio vida a la obra de Daniel Dalmaroni: “Las
Malditas”
Antes de la aparición de las
vanguardias del siglo XX, el teatro estaba dominado por el principio de
representación: el texto previo mantenía su dominio sobre el director y los actores
y el espacio escénico pasaba a ser en gran medida una ilustración del texto
teatral.
El espacio escénico debía construir la
ilusión de que aquello que ocurría, ocurría “realmente”, dado que el director
había logrado reflejar la realidad. De esta manera, el teatro devenía en un
suplemento, ya no de segundo, sino de tercer orden. El escenario debía
representar fielmente al autor por mediación del texto, y si se trataba de un
teatro comprometido, el mismo estaba obligado a representar la realidad social,
psicosocial, sexual, etc. Esta concepción teatral trabajaba con un supuesto: el
de que el teatro logra hacer presente aquello que está en otro lado, y esto
sólo es posible si el director y los actores son capaces de desentrañar el
“sentido” del texto.
Los esfuerzos en pos de la renovación
del lenguaje teatral son los que van a recibir las invectivas de los
protagonistas de la reforma radical de comienzos del siglo XX que terminó de
afianzarse en el siglo XXI
Resulta imposible abordar aquí la
multiplicidad de consecuencias artísticas, filosóficas y culturales que las
llamadas “vanguardias históricas” produjeron con su irrupción. Lo que sí nos
interesa señalar es que las transformaciones vanguardistas obligaron a
introducir cambios sustanciales en el campo de las teorías estéticas.
Las vanguardias no sólo cuestionaron
una forma de concebir la representación en el arte, sino que desarrollaron
además una crítica de la interpretación artística. Los movimientos
vanguardistas influyeron tan notablemente en el campo de la cultura que la
producción de ciertos artistas sería ininteligible sin tomar en cuenta los cambios
producidos por dichos movimientos (pensemos, por ejemplo, en Bertolt Brecht;
Franz Kafka; Vsevolod Meyerhold y Antonin Artaud, entre otros). Las innovaciones
técnicas propias de la vanguardia no sólo introdujeron cambios en las
estrategias de producción sino también en la manera de observar una obra.
El teatro argentino no ha sido
indiferente a esta postura y por ello hay una tendencia en muchos autores a que
la escena se piense a sí misma
La posmodernidad nos ha permitido
reparar en que cada uno puede hacer «su» historia sin supuestos únicos o metas
utópicas y son los conflictos personales, la criatura misma la que, descarnada,
habita el escenario con sus miedos, prejuicios, debilidades y miserias.
Daniel
Dalmaroni
(1961 La Plata), es un autor teatral argentino que adhiere a los principios
anteriormente enunciados. Su propuesta dramática pone el acento
en una mirada descarnada y burlona, llena de humor cruel que conduce por los
laberintos de parentesco en un mundo de espejismos, donde la verdad termina siendo
indescifrable. Esta afirmación, dicha de manera rápida, revela sin embargo un
certero instinto teatral del autor que ha plasmado en piezas de relojería que,
una vez disparadas, no pueden detenerse
Tal
el caso de “Las Malditas”,
una comedia negra que, desde una situación cotidiana, y con una puesta de
escena minimalista, señala con humor ácido y absurdo, la queja constante del
ser humano por los males que le aquejan, convirtiendo al espectador en juez y
parte de un cúmulo de mentiras que se derrumban inexorablemente.
Cinco mujeres
que, muy tranquilas, sentaditas en sus sillas van desgranando naturalmente
horores
Cinco destinos, un
encuentro que tiene lugar, por algo o alguien, y en ese encuentro, develarán
sus vidas muy distintas y muy iguales, cada una defenderá su postura ante la
vida, el amor, la muerte, el deseo
sexual, los vicios y las virtudes. Todo
desde la óptica de estas mujeres (fracasadas si se quiere), que pretenden
cambiar el mundo, desmitificarlo...
Miran en el otro todo el
tiempo, hablan por hablar, para no decir
nada, viven para los demás, son cómplices cotidianas de mentiras, son la queja
constante del ser humano por los males que lo agobian mientras lloran y
pisotean la cabeza del otro...eso es “Las
Malditas”: la convergencia de un mundo femenino, que a pesar de ser tan
rico en matices, y creer que son "únicas", nos muestra que siempre
hay un lugar en que nos encontramos todos.
Una pieza semejante, que
deja tan expuesto al actor, necesita de una interpretación jugada, que proyecte
una visión recargada, retorcida, tragicómica y despiadada que se debe jugar al
unísono, con todo su peso y ensaye una mueca grotesca, indecisa, entre la risa
y la pena.
La inteligente y elaborada
dirección de Sergio Blanco, permitió
que todo lo dicho se viera en escena, respetando de manera puntual el espíritu
de la obra, en la marcación de las actrices.
Silvia Viani, dio vida a una mujer mayor, que
revela todos los prejuicios de una época, su interpretación fue realmente
excelente y elaboró cuidadosamente cada uno de los matices que su personaje
requiere.
Natalia Martín, con su acostumbrada solvencia,
interpretó a una frígida y dura mujer que cree estar en posesión de la verdad
pero es tan frágil como las demás.
Jésica Juárez, compuso a una aparente dócil
muchacha que, por dentro carga con una pesada frustración.
Sobresaliente fue la
actuación de Paula Duro, el personaje
más inefable de la pieza. Su histrionismo marcó un espacio bien definido en la
obra y permitió, a través del humor extremo, sobrellevar la carga dramática de
la pieza.
Loana Gómez, es la encargada de cerrar el
círculo, que derriba, una a una, las máscaras que van cayendo, inexorables. A partir
de su intervención, las verdades desenterradas revelan la negación de lo
evidente.
En “Las Malditas” se advierte el cuidadoso trabajo artesanal de
dirección de Sergio Blanco sobre los
personajes que, como señaláramos, están más expuestos que en otras piezas por
la temática de collage que utiliza el autor, donde importa más la sustancia que
el relato en sí.
El dinamismo, el sentido
plástico en la construcción de las
acciones, la elección de los colores del vestuario, el juego de iluminación y
los elementos multimediales que se utilizaron en la puesta completaron esta
excelente puesta, que recomendamos con entusiasmo.
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