domingo, 15 de mayo de 2011

Virginia Altube en el cincuentenario del teatro Talía

(Por Carlos Russo) En el marco del cincuentenario de la fundación del Teatro Talía de nuestra ciudad, se presentó Virginia Altube acompañada por el guitarrista Damián Tessore y Maxi Rodríguez en percusión, con la participación, además, de Cristina Chillida narrando dos hermosos relatos de Saramago y Clarice Lispector.

Cada artista tiene sus particularidades a la hora de definir su presencia en el escenario, particularidades a veces inconscientes, gestos, actitudes, pequeños signos que transparentan un modo de ser allí frente al público. Cuando Virginia canta abre agudamente sus brazos, extiende sus manos casi en una actitud refleja. Tal vez el concepto primero de cantar sea eso en ella. Los mismos brazos que, como continuando una narrativa esencial y visual, se flexionan y señalan, para el público, las oblicuas en la perspectiva de un camino en el que ella espera al final, y para ella, las oblicuas inversas de la mirada que el ojo humano impone al horizonte infinito. Virginia no busca casi al público con la mirada, sólo lo espera con gigantes brazos abiertos. Respeta al público con profunda discreción, no impone, comunica en el verdadero sentido de la palabra, invita, convoca a un abrazo. El abrazo hondo que fusiona la existencia cuerpo a cuerpo amplifica el corazón, lo vuelve sonoro, devela el paso que marca la vida, y la caja que acompaña a las coplas con las que abrió y cerró el recital desenterraron el corazón mismo de la tierra, un corazón completo, nostálgico, triste, a veces pícaro, entusiasta, lleno de esperanza.

El amplio repertorio folclórico recorrido con la ductilidad de una voz que sabe ser dulce, llana, mimética o decidida, con el franco acompañamiento de sus músicos, zambas, cuecas, chacareras, canciones con aires patagónicos y otras de autores latinoamericanos, tuvo un hilo conductor en la idea de “patria grande” y la idea grande de patria como el lugar donde se puede ser, viviendo, amando, soñando, compartiendo, en paz, con dignidad. Quizás la patria grande sean “las islas desconocidas” del relato de Saramago narrado con maestría por Cristina Chillida, interpretado con infinidad de matices, con un juego de pausas y continuidades, y una polifonía impecables. La isla desconocida no era más que el barco con el que se quería llegar a ella y la patria es la que se amarra en cada uno, en las propias decisiones y acciones.

En síntesis, una propuesta musical honesta, coherente y con compromiso con la vida.

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