Gisela
Vola, fotógrafa mercedina e integrante de la Cooperativa de Fotógrafos Sub, es
la primera vez que expone su trabajo en la ciudad. “Gilda, La Milagrosa” es un
ensayo de imágenes que reflejan la creencia del público ante la cantante de
cumbia como una santa pagana. Las fotografías se pueden ver en el Instituto
Unzué.
En el marco del mes de la fotografía en la
ciudad de Mercedes, el miércoles por la tarde se inauguró una muestra en la
instalaciones del ex - Instituto Unzué.
En la entrada de la capilla, dos imágenes enunciaban las comparaciones entre el
Dios católico y una de las santas paganas más representativas del país, Gilda,
la cantante de cumbia que murió en un accidente de tránsito hace casi veinte
años.
La autora de esas fotografías es una
mercedina que hace también casi veinte años dejó la ciudad para buscar en la
capital argentina, los conocimientos que su ciudad natal no le brindaba y
adentrarse así en la fotografía y en la comunicación a través de las imágenes.
Se trata de Gisela Vola. Gisela que junto a su marido, el francés Nicolas
Pousthomis, que también vivió en Mercedes y aquí se conocieron, y otros
fotógrafos argentinos formaron una cooperativa de fotógrafos que llamaron “Sub”
a finales de 2004.
- Con
la Cooperativa, publicaste tus fotografías en medios de comunicación de todo el
mundo y ganaste decenas de premios. Pero en Mercedes es la primera vez que
expones tus fotografías.
- Sí, es la primera vez. Hace diez años que
formamos la Cooperativa y en estos años hemos hecho un montón de proyectos,
algunos premiados. Tenemos más de 30 muestras presentadas en varios países, en
varias provincias argentinas. Pero nunca habíamos hecho nada en Mercedes. No se
daba por un lado, no había estado nunca la posibilidad, ni la invitación.
Nosotros nos dedicamos a la fotografía documental, puede entenderse como
fotografía social. Nos interesa que esas historias impacten para intentar
cambiar los contextos por los cuales se hicieron esos reportajes. Buscamos
difundirlo para llegar a todos lados. Pero el foco estaba puesto en otros
lados. Yo me había desconectado bastante de Mercedes. No fue algo voluntario.
Nos enteramos que estaba este mes de la fotografía, la primera reacción fue ponernos
contentos porque pasan estas cosas acá. Me interesa hacer algunas cosas que
cuando yo vivía acá, sentía que faltaban y son las mismas cosas por las cuales
me fui y las busqué afuera. Cosas para la gente joven y que haya un espacio en
donde generar cosas para los jóvenes.
-La
propuesta tuya fue traer Gilda, La Milagrosa, pero exponerla en un espacio
extraño para muestras de fotografías como es el Instituto Unzué, frente a la
capilla.
-Propuse primero presentarla en el Mariquita
Sánchez. Es un lugar al que le tenía mucho cariño. Siempre me interesó el tema
de género, pero además conocí gente vivía ahí. Al transformarse en Museo de
Arte, propuse otro espacio que también tiene una significación importante para
mí y mi familia. El Instituto Unzué también tiene una carga emocional porque mi
padre trabajó durante 30 años, él murió hace quince años. Cuando empecé con la
fotografía me acerqué porque me interesaba el clima que había con niños que
habían llegado hasta acá por determinadas circunstancias. Esa veta de lo social
también estaba. Es un lugar hermoso, con mucha historia. Por otro lado, el
reportaje que se expone sobre Gilda es un trabajo que sentí muy propio porque
trabajé mucho en la investigación y se lo dediqué a mi viejo.
-Gilda,
tu padre, el Unzué, todos unidos por vos, porque no existe en primera instancia
un punto en común.
-Gilda estaba bueno traerlo al Unzué por la
mística que hay. Está la capilla, pero además el edificio es similar a lo que
puede ser un convento. Pero además, la gente que fotografiamos para hacer este
ensayo de Gilda, es gente que pasó adversidades como las que pueden haber
pasado los chicos que vivieron acá o los que hoy día vienen a las oficinas de
Desarrollo Social. En el ensayo hay personas que se aferraron a creer en el
milagro de una cantante de cumbia porque existían carencias. Gilda, para esas
personas retratadas, ha curado enfermedades, ha hecho milagros para que mujeres
hayan quedado embarazadas, o salvó a personas de la calle. De alguna manera u
otra, estas personas que fotografíe en estos tres años, tenían un leguaje
bastante parecido a las personas que conocí y que vivían en el Unzué. Hablo de
personas que habían dejado de ser niños, pero que seguían viviendo en el
Instituto porque de adultas no podían insertarse en la sociedad. Muchas de esas
personas iban a mi casa a pasar navidades, día del niño, años nuevos. Cuando
ingresé al mundo de Gilda, en el santuario y en el Cementerio de la Chacarita,
las personas tenían un código muy similar a las personas que conocí de chicas
en este Instituto.
“Gilda, La Milagrosa” es un ensayo
fotográfico que se publicó en la Revista Viva de Clarín, así como en medios
gráficos de Francia e Italia. A su vez, en el 2013, se inauguró como una
muestra multidisciplinaria que incluía las fotografías, una instalación que
representaba un santuario venerando a la cantante de cumbia, y videos con las
personas fotografiadas cantando las canciones de Gilda. El espacio de santuario
no pudo instalarse en la ciudad, pero el hecho que esté en la puerta de la
Capilla del Unzué sirve de marco para que esta santa pagana y popular dialogue
con la iglesia católica sobre la fe y las creencias de las personas.
Asimismo, la muestra “Gilda, La Milagrosa”
está en las instalaciones del Unzué junto a los retratos que la hermana de Gisela, Karina Vola,
fotografió hace dieciocho años. Entre los cuales se encuentran los retratos de
los recordados Abelito y el fotógrafo Franz Froch.
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